Alicante. San Vicente. Biblioteca. 23 de marzo
(sesión 47)
Esto de la doble nacionalidad es más complicado de lo que parece. Como cuento en Alicante me relajo... pero me encuentro en Albacete. Salgo un poco más tarde de lo que quisiera y me encuentro con las obras de la circunvalación. ¡Diantre, malditas elecciones!
Encima el coche está hecho un asco. Me ha salido malo. No tiene ni un año y ya voy a tener que lavarlo.
En esto voy pensando, mientras atravieso la autovía más peligrosa del mundo buscando gigantes. Tengo tres localizados. A la altura de Almansa Intento echarle una foto a Abuengra, que en el idioma perdido de los gigantes significa “Mujer anciana con dolor entre los dedos que mira al cielo”. Casi me mato. Mejor la próxima vez, paro el coche y lo intento.
Llego un poco apurado a la sesión, con lo nervioso que eso me pone. Pero se me pasa enseguida. Esta biblioteca da muy buen rollo. Queda incluida por derecho en el "Libro de oro de bibliotecas comodiosmanda". Me llevan al sótano clandestino a contar historias. Mejor entorno no se puede pedir. Cuento mis Humedades ante un público agradecido.
(sesión 47)
Esto de la doble nacionalidad es más complicado de lo que parece. Como cuento en Alicante me relajo... pero me encuentro en Albacete. Salgo un poco más tarde de lo que quisiera y me encuentro con las obras de la circunvalación. ¡Diantre, malditas elecciones!
Encima el coche está hecho un asco. Me ha salido malo. No tiene ni un año y ya voy a tener que lavarlo.
En esto voy pensando, mientras atravieso la autovía más peligrosa del mundo buscando gigantes. Tengo tres localizados. A la altura de Almansa Intento echarle una foto a Abuengra, que en el idioma perdido de los gigantes significa “Mujer anciana con dolor entre los dedos que mira al cielo”. Casi me mato. Mejor la próxima vez, paro el coche y lo intento.
Llego un poco apurado a la sesión, con lo nervioso que eso me pone. Pero se me pasa enseguida. Esta biblioteca da muy buen rollo. Queda incluida por derecho en el "Libro de oro de bibliotecas comodiosmanda". Me llevan al sótano clandestino a contar historias. Mejor entorno no se puede pedir. Cuento mis Humedades ante un público agradecido.
Aquí se está empezando a programar cuentos para adultos de una manera estable (aunque actividades han hecho de siempre, antes de existir este edificio). Me cuentan que los adultos van viniendo poco a poco, cada vez en mayor número. Y uno se da cuenta de que atraer al público a estas cosas es como engañar caracoles. Uno tiene que ir despacito al principio, con mucho mimo, para que los adultos salgan de su concha y asomen sus cuernos (permítanme la metáfora y no piensen mal). Pero al hacerlo así, periódicamente, eligiendo bien los narradores (no me refiero a mí, que por aquí pasaron Félix y J. M. Garzón) se termina por enviciar a la gente en eso de disfrutar con las palabras... pues como ha sido toda la vida.
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