9 de octubre 2007.
(sesión 170)
Cuando uno cuenta cuentos de miedo a niños muy pequeños, uno pasa miedo. Por un lado de darles miedo, válgame la paradoja, y también de no tener el silencio necesario para tensar algunas situaciones y crear misterio e intriga.
Todo lo cura la costumbre. Los niños eran pequeños, pero sus orejas ya estaban maduras. Una hora entera de cuentos no es fácil con niños tan pequeños, pero ¡que bien sabían escuchar! Detrás estaba el trabajo de otras personas, se notaba.

No hay comentarios:
Publicar un comentario